Salir a correr es una actividad física popular y accesible que ofrece múltiples beneficios para la salud, aunque también conlleva ciertos riesgos, especialmente a medida que envejecemos. A continuación, exploramos las principales ventajas y desventajas de correr, y analizamos a qué edad es recomendable reducir la intensidad para cuidar nuestra salud, con referencias para profundizar en cada punto.

Ventajas de correr:
1. Mejora la salud cardiovascular
Correr fortalece el corazón, mejora la circulación sanguínea y reduce la presión arterial, lo cual ayuda a disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares [1].
2. Ayuda a mantener un peso saludable
Como actividad aeróbica, correr quema calorías y facilita el control del peso corporal, fundamental para prevenir enfermedades relacionadas con el sobrepeso, como la diabetes tipo 2 [2].
3. Fortalece los músculos y huesos
La práctica de correr implica un esfuerzo significativo de los músculos, especialmente en las piernas, y fortalece los huesos debido al impacto repetido. Esto contribuye a prevenir la osteoporosis y la pérdida de masa muscular con la edad [3].
4. Beneficia la salud mental
Correr libera endorfinas, las “hormonas de la felicidad”, que ayudan a reducir el estrés y la ansiedad. También mejora la calidad del sueño y promueve un estado de ánimo positivo [4].
5. Incrementa la resistencia y la energía
Con el tiempo, correr mejora la capacidad del cuerpo para usar oxígeno, lo cual incrementa la resistencia y proporciona una sensación de energía sostenida [5].

En ocasiones es bueno hablar de esto con un especialista.
Platicar de este y otros temas con un médico especialista siempre será la mejor opción para cuidar de nosotros y de nuestros seres queridos.

Desventajas de Correr
1. Riesgo de lesiones
Correr puede provocar lesiones en articulaciones y músculos debido al impacto repetido, especialmente en las rodillas y tobillos. Las lesiones más comunes incluyen tendinitis y esguinces [6].
2. Estrés en las articulaciones
A medida que envejecemos, las articulaciones pierden flexibilidad, lo que incrementa el riesgo de padecer artritis y otras lesiones [7].
3. Sobrecarga cardiovascular
Practicar ejercicio en exceso sin periodos de recuperación adecuados puede sobrecargar el sistema cardiovascular y aumentar el riesgo de enfermedades del corazón [8].
4. Aumento del riesgo de agotamiento
La intensidad de correr puede llevar a la fatiga física y mental. Sin un equilibrio adecuado, correr podría causar agotamiento, disminuyendo la motivación para mantenerse activo [9].
5. Impacto en la salud ósea a largo plazo
Aunque correr fortalece los huesos, si se realiza en exceso puede incrementar el riesgo de fracturas por estrés, especialmente en personas mayores [10].

¿A Qué Edad es Recomendable Bajar el Ritmo?
A medida que el cuerpo envejece, es importante adaptar la intensidad de la actividad física para reducir el riesgo de lesiones y permitir una recuperación adecuada. No hay una “edad fija” para bajar el ritmo, pero hay recomendaciones generales:
1. A partir de los 40 años
La resistencia y fuerza muscular disminuyen progresivamente. Es recomendable incorporar ejercicios de fuerza y flexibilidad, como yoga o pilates, que ayuden a mantener las articulaciones y músculos en buena forma [11].
2. A partir de los 50 años
Esta es una edad en la que muchas personas comienzan a notar dolores articulares o rigidez muscular. Para prevenir lesiones, es aconsejable reducir la intensidad y aumentar el tiempo de recuperación entre sesiones de carrera [12].
3. A partir de los 60 años
A esta edad, reducir el tiempo y la velocidad al correr es clave, alternando caminatas con trotes ligeros. La prioridad debe ser mantener la movilidad y salud cardiovascular sin sobrecargar el cuerpo [13].
4. A partir de los 70 años en adelante
Aquí, el cuerpo requiere más tiempo de recuperación, y las actividades de bajo impacto, como caminatas rápidas, ofrecen beneficios similares sin el riesgo de lesiones asociadas al impacto [14].

Recomendaciones Generales para Correr de Manera Saludable
1. Escucha a tu cuerpo
La mejor guía para saber cuándo bajar el ritmo es prestar atención a tu cuerpo. Si experimentas dolor o fatiga, es una señal de que necesitas descansar o reducir la intensidad [15].
2. Incorpora días de descanso y ejercicios de bajo impacto
Alterna los días de carrera con otros ejercicios menos intensos para evitar el sobreentrenamiento. Esto ayuda a las articulaciones a recuperarse y reduce el riesgo de lesiones [16].
3. Realiza un calentamiento adecuado y estiramientos
Un buen calentamiento prepara el cuerpo antes de correr, y los estiramientos ayudan a mejorar la flexibilidad, manteniendo la movilidad articular, especialmente en edades avanzadas [17].
4. Consulta regularmente a un profesional de la salud
A medida que envejecemos, es importante realizar chequeos médicos para monitorear la salud cardiovascular, articular y muscular [18].
5. Prioriza el confort y el equipo adecuado
Usar zapatillas adecuadas y ropa cómoda es esencial para reducir el impacto en las articulaciones y evitar lesiones. Las zapatillas de calidad ofrecen soporte y amortiguación, claves para mantener la salud al correr [19].

Correr es una actividad física con múltiples beneficios, pero también conlleva riesgos que aumentan con la edad. A partir de los 40 o 50 años, es recomendable adaptar la intensidad del ejercicio a las capacidades de cada etapa, priorizando el bienestar general y la prevención de lesiones. Correr de manera responsable y con las adaptaciones adecuadas no solo mejora la calidad de vida, sino que permite disfrutar de esta actividad durante muchos años más. Escuchar al cuerpo, alternar con ejercicios de bajo impacto y realizar chequeos médicos regulares son claves para mantener una vida activa y saludable en todas las etapas.
Referencias de consulta
1. Anderson, L., Oldridge, N., Thompson, D. R., Zwisler, A. D., Rees, K., Martin, N., & Taylor, R. S. (2016). Exercise-based cardiac rehabilitation for coronary heart disease. Journal of the American College of Cardiology, 67(1), 1-12. doi:10.1016/j.jacc.2015.10.044
2. Jakicic, J. M., Rogers, R. J., Davis, K. K., & Collins, L. M. (2018). Role of physical activity and exercise in treating patients with overweight and obesity. Clinical Chemistry, 64(1), 99-107. doi:10.1373/clinchem.2017.272443
3. McMillan, A., & Rippe, J. M. (2017). Musculoskeletal health: Impact of physical activity on the musculoskeletal system and health outcomes. Journal of Musculoskeletal Research, 20(3), 1750003. doi:10.1142/S0218957717500031
4. Schuch, F. B., Vancampfort, D., Rosenbaum, S., Richards, J., Ward, P. B., & Stubbs, B. (2016). Exercise improves physical and psychological quality of life in people with depression: a meta-analysis including the promotion of behavior changes in prevention of anxiety. BMC Psychiatry, 16, 1-11. doi:10.1186/s12888-016-0845-5
5. Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2015). Exercise as medicine – Evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 25, 1-72. doi:10.1111/sms.12581
6. Fields, K. B., & Comstock, R. D. (2016). The epidemiology of running injuries: the prevalence and trends of injury in running. Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 56(6), 583-594.
7. Macera, C. A., Pate, R. R., & Powell, K. E. (2017). Epidemiology of physical activity and exercise. Human Kinetics, 101-119.
8. O’Keefe, J. H., Patil, H. R., Lavie, C. J., Magalski, A., Vogel, R. A., & McCullough, P. A. (2012). Potential adverse cardiovascular effects from excessive endurance exercise. Mayo Clinic Proceedings, 87(6), 587-595. doi:10.1016/j.mayocp.2012.04.005
9. Herring, M. P., O’Connor, P. J., & Dishman, R. K. (2016). The effect of exercise training on anxiety symptoms among patients: a systematic review. Archives of Internal Medicine, 170(4), 321-331.
10. Bennell, K. L., & Hinman, R. S. (2011). Exercise as a treatment for osteoarthritis. Current Opinion in Rheumatology, 23(5), 502-507. doi:10.1097/BOR.0b013e328349c2b1
Aviso Legal y de Responsabilidad
La información publicada en este blog, incluyendo pero no limitándose a textos, imágenes, enlaces, consejos, recursos descargables o cualquier otro contenido, tiene exclusivamente fines informativos, educativos y de divulgación científica en materia de salud. Su propósito es complementar, no reemplazar, la relación directa entre el paciente y los profesionales de la salud, y no constituye asesoría médica profesional, diagnóstico clínico ni tratamiento de ningún tipo.
El contenido aquí presentado no debe utilizarse como sustituto de una evaluación médica completa ni de una consulta presencial con un médico titulado, autorizado y en ejercicio legal de su profesión, conforme a lo establecido por la Ley General de Salud, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica, y demás normativas aplicables en los Estados Unidos Mexicanos.
La información compartida se basa en fuentes académicas, científicas e indexadas de prestigio internacional, y su intención es compartir conocimiento validado para fines educativos y de formación ciudadana en salud, sin fines de lucro ni intención publicitaria o comercial de ningún tipo.
Ante cualquier síntoma, duda o condición de salud, se recomienda acudir de forma inmediata con un profesional de la salud certificado. Bajo ninguna circunstancia se debe retrasar, ignorar o suspender la búsqueda de atención médica profesional por haber leído contenidos publicados en este sitio.
Ni el autor, ni los colaboradores, ni la institución responsable de este blog, ni los especialistas mencionados, asumen responsabilidad alguna por el uso, mal uso o interpretación de la información aquí contenida. La participación de profesionales médicos en este sitio se realiza de manera voluntaria, con fines estrictamente académicos y de beneficio social, y no debe considerarse como promoción, oferta ni publicidad de servicios médicos, conforme a lo estipulado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).
Este sitio no sustituye la atención médica personalizada ni establece una relación médico-paciente. La información está sujeta a actualizaciones constantes conforme a la evolución del conocimiento científico.